Una de las teorías sobre el origen de la vida terrestre o paraevolucionistas que más se han barajado entre científicos y personalidades no especializadas es la panspérmica. Tan desorbitada es su impactología mediática como empírica. El motivo de tal hipótesis no es más que la posibilidad (algo remota, todo sea dicho) de que el inicio biótico en nuestro planeta venga del espacio. Partiendo de la misma fórmula justifica que puedan haber llegado formas microcelulares posteriormente.

Los seguidores de esta teoría no andan escasos de elucubraciones que aliñan con supuestas pruebas de verosimilitud cuestionable. La idea en sí se remonta a la antigua Grecia, pero no cobra la importancia cumbre que ha adquirido estas últimas décadas hasta que Arrhenius (Premio Nobel de Química en 1903) se refiere a tal hipótesis como origen de la vida. Aparcada quedó semejante concepción después de que se plantearan los precursores de la vida terrestre con una atmósfera primitiva en los experimentos de Oparin y Haldane allá a mediados del siglo pasado con la sopa primitiva.

Igualmente la teoría bebe de pruebas (refutables o no) que pueden indicar que no se hallan tan equivocados como el amplio conjunto de científicos y evolucionistas podría pensar. No faltan los ambientes inhóspitos de la tierra (extremófilos) para recordarnos una y otra vez que la vida microbiana es posible en innumerables ecosistemas, como capas estratosféricas a 40km de la corteza, que no han estado en contacto continuo con los procariotas más conocidos. Rescatando la sopa primtiva, resulta curioso como las publicaciones del mes pasado en la NASA revelan que irradiar aminoácidos en condiciones similares a las que se dan en cometas hacen que aminoácidos se unan creando polipéptidos, aminoácidos y bases nitrogenades de DNA y RNA que se han encontrado en cuerpos celestes provenientes de otras galaxias.

El famoso caso del meteorito Murchison enmudeció la comunidad científica mundial, restos de este meteorito fueron analizados y la composición que se determinó fue clara. Ausencia de residuos aminoacídicos únicamente terrestres (serina y treonina) pero presencia de otros aminoácidos peptídicos como la L-prolina que se encarga de catalizar glúcidos. Y para postre el enantiómero hallado fue la forma L, la casual homoquiral en aminoácidos es alarmante teniendo en cuenta que composiciones no racémicas (donde predomina una forma sobre la otra) pertenece a la exclusividad biológica. Que los precursores L catalicen glúcidos D no debería extrañarnos a estas alturas. Una contraprueba que pretende refutar tales evidencias son la contaminación orgánica. Los restos del meteorito actualmente han sido totalmente contaminados y la imposiblidad de realizar nuevas réplicas deja el tema en el aire.

Si íbamos a mandar la historia al baúl de leyendas científicas deberíamos madurar la idea de otro meteorito algo más contundente, como el meteorito ALH84001, encontrado hacia 1984 y que contiene residuos aromáticos y otras biomoléculas e isótopos interesantes. Aunque fue el único meteorito que presentaba tal composición del grupo cabe resaltar algunos aspectos comunes que mantiene con Murchison, como la presencia del isótop N15, Marte era el planeta de origen de ambos y las biomoléculas del metabolismo primario celular son genéricas y enantioespecíficas para ambos. En el caso de este último meteorito, se han hallado nanobacterias fosilizadas similares a las que conocemos y algunos compuestos provenientes de la contaminación de hielo circuncidante.

Micrografías de ALH84001

La controversia sigue abierta, no es posible determinar la panspermia con más pruebas de las que tenemos al menos  nivel planetario. Es posible que la particular alineación química que nos configura como estructuras bióticas se repita en un lugar indefinido del universo pero no contamos con las pruebas necesarias para demostrarlo. Sería interesante repetir pruebas de análisis espectroscópico y de composición en cuerpos alejados de nuestra órbita para reducir el factor contaminación orgánica. Y si no se inclinara la balanza hacia ninguna de ambas posibilidades, estudiar un sistema químico alejado de la orgánica habitual no sería nada desmesurado.